El hipódromo

Escrito el 11 de abril de 2013



El otro día Mari me contó sobre los carteristas de París. Mari fue a París con sus hijos de 3 y 6 años, acompañada con su madre, su hermano y su cuñada japoneses, estaban de visita desde Japón y fueron a París sin su marido que es español.

El hermano y su mujer les gustan las carreras de caballos y querían ir al hipódromo de París. Fueron en metro al Bosque de Boulogne. Cuando esperaban en el andén de la estación de metro Charles de Gaulle Étoile, donde se cruzan las cuatro líneas, vinieron dos muchachos y se sentaron al lado de Mari y María, la hija. Me contaba que durante el viaje su hija era muy simpática que sonreía a cualquiera y la mayoría empezó a hablarle o por lo menos le devolvían la sonrisa. Ella les sonrió también, pero no hicieron caso y siguieron hablando en su lengua comparando las caras de la madre, la hija y su familia. Por otro lado la familia de Mari hablaba en japonés de ellos comentando que seguro que eran hermanos.

A penas pocos minutos después, de repente se llenó de gente el andén y llegó el metro. Mari cogió de la mano a sus dos hijos y subió al vagón, que estaba tan lleno como en las horas puntas del metro de Tokio. Al subir Mari miró alrededor para comprobar si había subido toda su familia. Entonces, la cuñada le dijo que  uno de los muchachos pretendía robar a su suegra.

Cuñada: ¿Tienes cartera?
Madre de Mari: ¿Qué?
Cuñada: Vi al joven metiendo su brazo derecho en tu mochila, así que lo cogí para sacarlo. Al tirar del brazo, perdió el equilibrio y se cayó al suelo...
Hermano: ¡Qué me dices...! Cuando subí al vagón vi al chico en el suelo. Creí que le habías empujado sin querer. Le ayudé a levantarse diciéndole ''pardon'' y me dijo en japonés ''gracias (arigato)''y se fue del vagón con su hermano mayor.

Al final no cometieron el robo. Desde entonces su madre empezó a llevar la mochila delante.


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