Cadaqués

     Una vez fui a Cadaqués. Una estampa del mediterráneo y el cielo.

    Cadaqués me recuerda a Lorca. Sí, a Federico García Lorca. Él vivía en la Residencia de Estudiantes junto a Buñuel, Severo Ochoa y Dalí y compartía muchas tardes con los otros compañeros de la Generación del 27 que visitaban la residencia, como Alfonso Reyes, Unamuno, Alberti, de Falla, Juan Ramón Jiménez, Ortega y Gasset, Pedro Salinas, Blas Cabrera, d'Ors,etc. Dalí le invitó a casa de sus padres un verano de 1925. Mientras miraba yo el paisaje desde la ventana del autobús, oía la voz de Lorca: ¡Cadaqués! ¡Cadaqués! ¡Te quiero Cadaqués! Lorca y Dalí iban de pie, a contracorriente, agarrados al palo del autobús descapotable que se aproximaba al pueblo.

    Después de visitar al Museo Dalí en Figueras, una amiga y yo fuimos a Cadaqués en autobús normal y corriente. En el museo de Figueras, lo que más me impresionó fueron un par de alpargatas catalanas negras que llevaba la figura de cera de Marcel Duchamp, sentado en el asiento detrás de un cadillac expuesto en la sala principal del museo. Quizá al padre del ''ready made'' no le importaba nada la ropa, pero, siempre vestía elegante: una chaqueta, una camisa y un pantalón a secas. A mí me hizo gracia que llevara un par de alpargatas negras.

    Al bajar del autobús fuimos al muelle y había unos chavales de 6 u 8 años que anunciaban en catalán y castellano -----¡¡Para hoy, para hoy, las chapas de los mejores jugadores del mundo mundial a 5 duros cada una!!. Colocaban las chapas hechas a mano de los jugadores del fútbol sobre una caja de zapatos. Entre los jugadores estaban incluidos Guardiola, Raúl y Guti.

    Fuimos a reservar una habitación a un hostal que estaba cerca de la carretera. La dueña hablaba catalán, o no sé si ella no quiso o no pudo hablar en castellano, pero al preguntarme que hablaba catalán y decirle que no, ella se cogió de hombros y siguió hablando con mi amiga. Mi amiga hablaba catalán y castellano y yo era pseudohispanohablante, ya que podía expresar menos de la mitad de lo que quería decir, si hubieramos podido hablar en catalán o japonés, tal vez nos habríamos comunicado mejor.

    Después de dejar nuestras mochilas en el hostal, nos dirigimos hacia la Casa-museo Dalí de Portlligat. Fuimos a pie por el camino, que nos recomendó la dueña, al borde del precipicio, desde donde se extendía la interminable panorámica del mar y el cielo. Por el camino nos encontramos con una lugareña, que nos saldó con una sonrisa y nosotras también le saludamos. En Portlligat,estaba la bahía que inmortarizó Dalí en sus cuadros. No sé si sería por el turismo, pero también había unas barcas. No había nadie, excepto un hombre que llevaba un mono, y que parecía un jardinero del museo. Así que, nos sentabamos en el suelo y obserbamos la bahía donde ni siquiera había la resonancia del mar. Estuvimos envueltas en silencio.
 
Escrito el 20 de septiembre de 2011.

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