El monte Fuji

     Una tarde de verano, mis amigas y yo fuimos hasta la mitad de altura del monte Fuji en el autobús para escalar. Nuetro objetivo era llegar a la cima antes de que saliera el sol para observarlo, por lo que habíamos reservado un albergue que situaba en la mitad del camino, donde pudimos descansar y salir en la hora prevista para llegar a la hora de la salida del sol. Llevabamos ropas deportivas de tela un poco gruesa, botas con tacos y chubasquero en caso de que lloviera o corriese viento frío. Hasta llegar al albergue no tuvimos problema alguno. Ya era de noche, cenamos bocadillos y bolas de arroz que llevabamos y dormimos un rato.

     El albergue era viejo y de madera. El dormitorio que nos asignó el dueño era bastante amplio, pero había mucha gente, por lo que literalmente estábamos en una lata de sardinas. Cada huésped tenía su sitio unas 70 o 80 cm. de ancho y dos metros de largo y tenía obligación de acostarnos que si un huésped duerme la cabeza al oeste, el de al lado tenía que ponerse la cabeza al este, así consecutivamente que estábamos una cabeza al lado de los pies de otro y como una sardina.

     Ya era la hora de escalar, avanzamos en silencio, con la ayuda de la linterna que llevabamos cada una, caminando como peregrinos. El camino estaba señalizado en forma de zig-zag, con la que se evitaba una caída infortunada. A medida que acercábamos a la cima desaparecían ante mis ojos las plantas, la cuesta era más penosa, si miraba lejos veía la linea del monte Fuji con estrellas al fondo,  era el paisaje insólito, como si estuviera en la luna. Al fin y al cabo, llegamos a la cima del monte más alto y bello del Japón y vimos la luz del sol recíen nacida. Estábamos muy contentas.

     Después de descansar allí charlando con otros escalantes emprendimos a la bajada. Creía que la bajada era mucho más fácil que la subida. Sin embargo, me dolían las rodillas, aunque bajábamos despacios. Volvimos al lugar donde empecemos la escalada y comimos en un restaurante y hablamos con un hombre mayor sobre nuestras experiencias del monte. El hombre nos dijo que tuvimos la suerte de que no nos acompañaba el mal tiempo, que un día antes, la administración del monte Fuji no dejaba escalar debido al mal tiempo, y entre escalantes estaba el príncipe heredero de Japón.

      Durante unos días posteriores tuve las agujetas en los muslos, pero fue una experiencia inovidable.

Escrito el 3 de septiembre de 2011.

No hay comentarios:

Publicar un comentario